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Javier López Alarma @jlopezalarma
Lunes, 27 de Septiembre de 2021 Tiempo de lectura:

La Palma, semana 1 después de la erupción: la desesperanza se apodera de los casi 6.000 evacuados

El domingo 19 de septiembre, a las 15:12, hora local, un nuevo volcán erupcionaba en Cumbre Vieja, medio siglo después del Teneguía, que había sido hasta ese momento el último en La Palma. La rotura del suelo y posterior eyección de lava se produjo en un paraje deshabitado, conocido como Cabeza de Vaca, lo que permitió que se evacuase inmediatamente a los habitantes de la zona y, hasta el momento, no se haya producido ninguna pérdida humana.

 

[Img #7849]Después del sobresalto inicial, el centro de atención se trasladó a otro punto: el río de fuego que avanzaba ladera abajo engullendo todo cuanto encontraba a su paso. En un principio, se dio por sentado que su llegada al mar era inminente, en la zona de Playa Nueva, pero según pasaban los días se empezó a barajar incluso que no lo hiciese. Después de una semana, aún no ha alcanzado el Atlántico, y el frente de lava avanza muy despacio, lo que ha hecho que la colada haya ganado espesor, hasta 12 metros de altura en algunos puntos, y se haya ensanchado, provocando aún más devastación.

 


as casas devoradas a cámara lenta por la la lengua de lava se han convertido en la imagen de la tragedia de La Palma, pero detrás de todas ellas hay algo que no se ve: centenares de familias que han tenido que huir casi con lo puesto, mientras el fuego destruía para siempre los esfuerzos de toda su vida o amenazaba con hacerlo. Esta es la cara más trágica de una erupción que hasta al momento ha provocado la evacuación de unas 6.000 personas. Muchas de ellas han encontrado acogida en casas de familiares y amigos, mientras que otras se han tenido que instalar en albergues de emergencia.

 


Lourdes Labrador, presidenta de Cruz Roja comarca este de La Palma, ha acompañado en todo momento a los evacuados desde que comenzaron a llegar al centro de acogida temporal que inmediatamente se instaló en el Fuerte, un acuartelamiento militar muy próximo a la capital, Santa Cruz. "Venían desorientados, sin saber qué pasaba, con mucha incertidumbre y miedo… Esas eran las caras que veías cuando llegaban, pero todavía en muchas de ellas había esperanza de que no fuera a pasar lo que ahora está pasando", recuerda, aunque apunta a que "esa esperanza se ha ido perdiendo, a lo que ha contribuido que muchos han visto imágenes en directo de su casa arrasada por la lava".

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